La necesidad del cambio

La piza frita de la foto lleva por nombre "La Golosa"

A pesar de que el cambio es la norma de la vida y eso todos lo sabemos, la verdad es que la gente cambia por voluntad propia muy pocas veces, casi nunca. La vida del ser humano es un continúo, nunca deja de serlo hasta que muere. No hay un punto de tu existencia donde seas menos o más humano, sencillamente existes y mientras existes eres 100% humano, después ya no (al menos materialmente). Fuimos hechos para la grandeza, dicen san Agustín. Sin embargo, la mayoría se conforma con una suerte de felicidad bastante promedio, básicamente no estar amargados y poco más. Es más sencillo intentar permanecer iguales, eso sí, porque implica menos sufrimiento y rechazar que puede haber cosas malas en nosotros. De cualquier modo el mundo nos forzará al cambio ¿Verdad? Cuando la gente es joven cree que puede cambiar el mundo (y, de hecho, pueden), pero quedan viejos y empiezan a creer que en realidad eso solamente un sueño tonto de la juventud. La gente mira con desprecio su juventud cuando, en realidad, muchas veces son la sombra de lo que su juventud pudo y puede ser. Porque ser joven es más bien una actitud, hay gente de ochenta años menos derrotada que gente de treinta, es decir, más jóvenes. Es más fácil creer que eras un idiota ayer, a creer que eres un idiota hoy. Y te emperras en seguir siendo igual porque te das consuelos mediocres de que las cosas no podían ser de otro modo, porque eras joven, porque no tenías experiencia, por esto o por lo otro. Llegará el punto donde todo en tu vida sean maldiciones, tu esposa, tu hijos, tu trabajo, tu perro, tus deudas, el gobierno, todo. Y dirás "Si yo hubiera sabido esto cuando era jovén, pero hoy tengo esto y lo otro y no puedo hacerlo." Jamás podrás, porque la mediocridad te persigue y tú la abrazas para evitar reconocer que hoy te sigues equivocando igual que ayer, sólo que en otras cosas. Pareciera que tu esposa no te quiere, pero has olvidado los detalles que en su momento te hicieron adorable. Ahora podrías caer en cuenta de que cuando eras joven no eras mejor, pero tenías emociones que te llevaban a hacerlo, hoy ya no y no lo haces. Has vivido y vivirás siempre como un hombre guiado por sus emociones y como hoy no sientes nada, no haces nada. Jamás fuiste mejor. Y tus hijos te tienen aversión, pero tu mal humor cansa, fastidia y te vuelve insoportable. Das más gritos que caricias ¿Quién quiere a alguien así? En tu trabajo sientes que no te pagan lo suficiente, que si tuvieras más dinero estarías mejor, pero ¿Es eso cierto? No haces nada más que quejarte de tu jefe y decir que nada de lo que haces hará que te paguen más ¿Por qué te quejas de tu profesía autorealizada? Pero tu problema no es tu esposa que ha dejado de ser cariñosa, ni tus hijos que te tienen aversión, ni tu jefe mediocre que no paga más por tus quejas. Tu problema eres tú. Quizá y sí, todos a tu alrededor son unos mediocres, tu esposa perdió la iniciativa, tus hijos crecieron y quién sabe qué pasó, tu jefe es basura. Pero nunca es tarde para que tú hagas las cosas mejor, más dinero, más energía, más felicidad. Sé amable, sé amoroso, sé cariñoso, sé paciente, se entregado. No vivas con ilusión porque eres joven, sé joven porque vives con ilusión. Tener el corazón de un niño es la clave para volver a ser feliz.

Juan Cardeña

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